viernes

Un cuento de Lisandro Chávez Alfaro

LISANDRO CHÁVEZ ALFARO

VISIÓN DE TOTALIDAD

Este cuento del escritor nicaraguense, breve pero intenso forma una de las trece narraciones de: "Trece veces nunca". Confrontado con la violencia súbita de la tormenta tropical, el narrador reacciona de manera espontánea y atávica. La revelación de la última frase transfigura la percepción del relato e invita a una segunda lectura.


En el principio fue el viento: un sosegado empuje que ganaba presencia en las hojas, aleteando las vivas y rodando las muertas.

En mi ropa metió algo más de calor. Animado por atávicas sombras, levanté la vista. Demasiado me había distraído en la fabricación de espantajos para venados. Muy cerca, las nubes deslizaban sus vientres de plomo, aplanados contra la espesa envoltura del monte. A lo lejos, se oía el doble trote - celeste y terrestre - de los truenos vininedo desde los confines del mundo. Caminando, acepté indolente el castigo impuesto a mis hombros por las primeras gotas. De súbito, el torrente que me perseguía hasta un palmar.

No había intersticio a salvo. En lo recio del aguacero, levanté el machete, el brazo distendido en toda su escasa largura. También mis pies se estiraron urgidos. Alcancé a herir la penca de las palmas que se inclinaron sobre mí lo suficiente para darme techo. No hubo tránsito visible entre lo gris y el desprendimiento de la cerrada aleación de agua y tiniebla. Una noche más -creí- que caía de espalda; un negro y violento tijeretazo. Se aproximaban los truenos, antecedidos de vagas palideces. Me acuclillé contra el tronco, las manos y el mentón en reposo sobre el mango del machete clavado en tierra.

El redoble se extendía en toda la intrincación de palmas dibujada por el oído. Los párpados persistían en trabajar, sepultos bajo el peso a chorros. Llegó el verdadero relámpago. Vegetación y cielo fueron un corte absoluto. Árboles de luz, remilgadas aves de luz, fijos reptiles de luz, charcos de luz, miríadas de gotas cargadas de luz en la luz. Llegó la verdadera tiniebla. Una infinita masa en la que nada había existido nunca, ni existiría jamás. Luz y tiniebla sin trancisión concebible. Tinieblas y luz descargadas sobre un yo suspendido a mitad del abismo, aterido en el horroroso deleite de verle las caras primigenias a la totalidad. Mi júbilo no cedía ni ante la presentida inminencia de muerte que descendía por las doradas grietas de arriba. Al alcance de mis ojos, una palmera citó al rayo que le abría de copa a raíces. Y percibí la mancha eléctrica lamiendo las orillas de la carne. Principié a caminar bajo el torrente, atinando en los intermedios incandescentes, agotado en la extraña fiesta defendiendo mis recién conocidas dimensiones.

Caminé, con bastante experiencia para un niño.

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Nota: Este cuento fue publicado en : "Antología de Literaturas Ibéricas y Latinomaericanas contemporáneas " y l'Anthologie de la nouvelle Hispanoméricaine. (Ver BLOG/Antologías).
Para saber más sobre su obra, clickear: Lisandro Chávez Alfaro

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