miércoles

BUTIÁ YATAY - Leyendas de América Latina

EL ENIGMA DEL CINTURÓN DE PALMERAS DEL URUGUAY


LA LEYENDA DE BUTIÁ YATAY


Presentación: Soledad Quintana.


Para Federico Moure y sus compañeros
de 5to. año de Escuela. Para todos los
niños de Uruguay y América. Para todos
los niños del mundo, para que con ellos
construyamos un mundo mejor.


En Uruguay, el pequeño país del Cono Sur, ocurre un fenómeno cuya explicación no se ha podido determinar. Desde las costas del departamento de Rocha, al sureste del país, zonas de grandes lagunas, arranca un cinturón de esbeltas palmeras, de unos pocos kilómetros de ancho. Esta franja atraviesa todo el territorio adentrándose en la Argentina y perdiéndose en tierras paraguayas.
La franja de palmeras se extiende hacia el noroeste cruzando por los departamentos de
Lavalleja, Florida, Durazno, Río Negro y Paysandú, continuando allende el río Uruguay por la zona turística de Palmares de Colón.
Todavía no se ha podido dar explicación científica acerca de la presencia de las palmeras, pero el verbo popular ha creado su propia leyenda que cuenta por qué las palmeras llevan el nombre de
Butiá
Yatay
.
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..." Se cuenta que una vez hace mucho, muchísimo tiempo, antes de la llegada de los colonizadores a nuestras tierras, vivía junto a las costas de la laguna Negra una tribu guaraní, la cual se mantenía de la caza y de la pesca. En esta tribu habitaba un muchachito llamado Butiá Yatay.

Butiá Yatay acostumbraba a observar el cielo todas las tardes y el Gran Tupá, el sol, el dios todopoderoso de los guaraníes, el cual todos los días hacía su recorrido por el firmamento. Pero el indiecito esto no lo entendía, la tierra en que habitaba su tribu y las otras tribus, no podía ser un gran plato, Tupá no podía nacer diariamente para morir en cada ocaso.
No, esto seguro que era más complicado, el Tupá, el Gran Jefe, seguro que estaba en el centro de algo y la tierra y la luna y las estrellas se hallaban alrededor de él, precisamente como los jefes de las tribus más pequeñas y los demás súbditos ocupaban su lugar alrededor del gran jefe de la tribu.

Seguro que esa gran bola de fuego, el gran Dios Tupá, estaba sentado en su trono y era la tierra que giraba enrededor de él. Todo esto Butiá Yatay se lo contaba a sus padres, mas éstos no lo entendían y le repetían siempre al pequeño guaraní que dejara de pensar tales cosas, sino Tupá le iría a echar una maldición.
Pero Butiá Yatay no dejaba de creer en lo que afirmaba.Muchos amaneceres sorprendían al indiecito observando nacer el sol, cuando cierta vez Butiá Yatay vio acercarse algo desde el horizonte que era arrastrado por las aguas del mar. Cuando aquello hubo llegado a la costa, Butiá Yatay vio que aquella cosa era un árbol muy raro que nunca había visto, una palmera.
Butiá Yatay jamás había visto una palmera. Tenía unos frutos rojos como el sol, los cuales el indiecito enseguida probó y los halló de dulce sabor.Entonces Butiá Yatay concibió una idea, la palmera que nadie sabía de donde había venido, tendría que haber hecho el mismo recorrido que hacía el sol todos los días.
El pequeño guaraní tomó enseguida una decisión: muy rápido recoletó todos los frutos de la palmera y regresó para la tribu. Allí Butiá Yatay junto a los utensilios más imprescindibles, se despidió de sus padres y comenzó un largo viaje por tierra adentro siguiendo el sol. Pasó y pasó el tiempo y por la senda que había tomado el indiecito comenzaron a crecer palmeras, no vista nunca antes por los habitantes de la tribu. Tales palmeras habían germinado de las semillas de los frutos que iba dejando caer Butiá Yatay en su andar.
Mientras tanto los ancianos padres de Butiá Yatay, pasaban largas noches sentados frente al mar, esperando algún día volver a ver a su hijo. Muchas lunas y muchos soles pasaron los dos indios sentados así, cuando una tarde vieron que se acercaba algo desde el mar. Cuando llegó a las orillas, vieron que era una palmera y que entre sus ramas traía enredada la vincha del indiecito. Desde ese día los indios llaman a esas palmeras Butiá Yatay ".


in: Diario Liberación Suecia, 1988.

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