miércoles

ALICIA MIRANDA HEVIA (Costa Rica)


SAN ISIDRO

Desde el aire al aire, aquí, del aire al mar, allá, encima del agua, moviéndose, para siempre, una placa de oro brillando encima del agua, es el golfo que aparece cuando uno está llegando donde se terminan las curvas del camino y se siente el primer golpe de aire caliente, y húmedo, o al final, siempre en el mismo punto, va detrás del hombre, donde se cruzan el aire frío de San Ramón y el aire caliente de Esparta, allí, del aire al aire, colgada en el agua la placa de oro brillante encima del golfo, las islas transparentes desdibujándose, el aire claro y caliente de Esparta después de las corrientes frías de San Ramón, ni aquí ni allá, siempre en el camino, un camino viejo que se olvida, uno nuevo que le crece encima y lo borra, los años pasados conociendo hasta el más mínimo matorral y los postes de la luz y los cables entrecruzándose siempre encima del cielo a la orilla del camino y siempre, dela aire aire, brillando siempre una placa de oro encima del golfo de Nicolla, ahí, la punta, ahí las islas conocidas y desconocidas, en ese mismo punto donde se cruzan el aire frío de San Ramón y el aire caliente de Esparta, ya se ve el mar, siempre en el mismo punto, oscilando, una placa de oro brillando y la luz color tamarindo de las cuatro de la tarde, para siempre las cuatro de la tarde y la luz color tamarindo refleja el jacarandá en la pared, las hojas de los almendros caen queditico encima de la arena, para siempre la luz color tamarindo tiembla ácidamente en el vaso sudoroso en el Paseo Cortés, y detrás de todo, del muelle, de los vestidos blancos y del olor al humo brilla la placa de oro encima del agua, encima del Golfo de Nicoya, ahí, la punta, ahí, el mar, ahí las islas conocidas y desconocidas y las playas nunca vistas, en ese mismo punto donde se cruzan el aire frío de San Ramón y el aire caliente de Esparta, en el camino, yendo para, viniendo de, encontrándose, en el camino a San Isidro.

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