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LOS ESPACIOS Y LOS TIEMPOS DEL EXILIO EXTERIOR - Sara Bonnardel

LOS ESPACIOS Y LOS TIEMPOS DEL EXILIO EXTERIOR
[1] SARA BONNARDEL

Libro de navíos y borrascas amplía y enriquece la reflexión sobre el exilio que hemos visto evolucionar en las novelas anteriores. Aquí los personajes no deben enfrentarse con el exilio interior y todas sus formas —cárcel, censura, marginalización— sino con el destierro. En este quinta novela de Moyano, el extrañamiento no resulta de la marginalidad de grupos o personas que siguen habitando en el mismo país pero que han sido reprimidos, silenciados o postergados como los violinistas artríticos de El trino del diablo o como la familia Aballay en El vuelo del tigre. Los setecientos pasajeros del Cristóforo Colombo son en cambio ex-presos políticos, familiares desaparecidos u opositores que huyen del Cono Sur para evitar la muerte o la cárcel y que las dictaduras militares instauradas en Chile, Uruguay y Argentina entre 1973 y 1976 han condenado al exilio exterior. El barco que los transporta es una morada provisoria, un primer refugio para restañar las heridas del pasado reciente, evocar el país de un pasado anterior, tierra de lo cotidiano y lo entrañable, e imaginar el futuro en el país extranjero que les ha dado asilo.

Los títulos de las tres partes en que está dividida Rayuela de Julio Cortázar: Del lado de allá, del lado de acá, de otros lados, pueden presumir perfectamente la perspectiva espacial y temporal en la que se sitúan los narradores del exilio anterior. Acá, es el lugar del presente en el país extranjero; allá es el pasado en el país perdido. Entre esos dos polos de tensión se organiza el material narrativo. Otros lados —cualquiera, todos, ninguno— es el aquí del narrador y su relación con los dos polos citados, lo que hace que ni acá ni allá sean puntos fijos e inmutables y que el grado de tensión no sea siempre el mismo. Frecuentemente acá y allá se confunden o se invierten dando origen al desdoblamiento de personajes, a la pérdida y a la confusión de identidades y o la aparición de “pasajes”, esos corredores secretos del tiempo por los que el narrador y sus criaturas circulan libremente. Aquí es también la mirada que se posa sobre la obra en la intimidad del taller literario donde la tensión entre los dos polos espaciales y temporales se diluye en el reencuentro con la lengua materna reviviendo incesantemente en la escritura.
La modulación de las categorías espacio-temporales señaladas puede efectuarse utilizando puntos de vistas y técnicas literarias muy variadas y la elección del autor es reveladora no sólo de la singularidad de su escritura sino de su actitud frente al exilio. En el caso de Cortázar, la relación establecida entre el título de cada parte de Rayuela y el lugar en el que se desarrolla el segmento correspondiente de la historia narrada permite verificar, por ejemplo, la posición que adopta el autor con respecto a sus lectores potenciales. Los capítulos englobados por el título Del lado de allá sitúan la historia en París; los correspondientes a Del lado de acá en Buenos Aires. Si recordamos que Cortázar vivió más de treinta años en Francia y que Rayuela fue escrita en este país, la permutación de acá y allá es muy significativa: el destinatario de la novela no puede ser otro que un lector argentino para que el París se sitúa allá y Buenos Aires, acá. La distancia entre el autor y sus compatriotas es franqueada invirtiendo el lugar de la narración y situando al narrador y a los personajes en el espacio opuesto al ocupado por el autor.

En Libro de navíos y borrascas podemos encontrar la mayor parte de las estructuras, personajes, temas y subtemas que caracterizan las obras inspiradas por la experiencia contemporánea del exilio político pero la originalidad de la novela de Moyano proviene del punto de vista adoptado para trabajar esa macroestructura que acabamos de establecer: el viaje a bordo del Cristóforo Colombo entre las puertas de Buenos Aires y Barcelona crea un puente alegórico entre las dos categorías espacio-temporales opuestas y así, el acá de la historia es el navío avanzando sobre el mar que se extiende entre dos allá. El primero, el del país que se deja atrás, entra paulatinamente en el espacio de la memoria. El segundo, el país europeo aún desconocido, es un país irreal, a penas presentido y explorable sólo por medio de la imaginación.

Cada uno de esos dos puntos de tensión entre los cuales se realiza el viaje hacia el exilio, comprende una serie de subniveles tanto espaciales como temporales que son más evidentes en el discurso del narrador protagonista de la historia pero que se encuentran igualmente en los relatos y diálogos de los otros personajes. En los recuerdos de Rolando aparecen las distintas etapas del pasado y los lugares a los que están vinculadas: la casa del abuelo, la escuela primaria, la Rioja, la cárcel, Buenos Aires y especialmente su puerto porque él establece el nexo entre la represión de los años setenta y sus orígenes históricos.
El país extranjero en el que habitarán los viajeros concita las esperanzas o los temores de los personajes pero es, para todos, un lugar de paso. El allá del futuro sigue siendo el país que se pierde en el horizonte, la alusión de un pronto regreso a la pesadilla de la repatriación de los restos de los exiliados muertos antes de haber podido volver. Para olvidar la experiencia carcelaria y luchar contra el miedo a la nueva vida que lo espera en España, Rolando recurre a dos mediadores —el abuelo extremeño y Nieves— que son, respectivamente, producto de la memoria y la imaginación. En sus sueños, ellos cumplen una función específica: son guías que lo conducirán a través del laberinto del exilio. El abuelo, porque su nacionalidad transforma la llegada del nieto en un regreso a lugares que han existido en la memoria familiar. Nieves, porque ella es la representación del otro, del desconocido que hay que cautivar para apropiarse de su tierra y de su cultura y crearse nuevas raíces.

La tercera categoría, aquí, corresponde en El libro de navíos… al plano de elaboración de la obra en una novela que se construye a puertas abiertas, que se cuenta ella misma desde el principio hasta el fin y que se niega incluso a terminar; una novela, además que intenta ir más allá de los signos escritos para buscar en los sonidos y en la música la unidad perdida del hombre y la percepción del tiempo total.

La novela cuenta dos aventuras: la del Cristóforo Colombo, en primer lugar, que recorre un itinerario previsto entre Buenos Aires y Barcelona transportando a los exiliados pero que constituye el soporte móvil de la aventura interior del protagonista y narrador. Para él, hombre-barco, el viaje será una iniciación y un aprendizaje.

[1] In Novela y Exilio. Coordinador: Olver Gilberto de León. Fragmento del artículo intitulado Libro de navíos y borrascas: Los aprendizajes del exilio. Ver Blog. Publicaciones Académicas.

Foto: André Girard (ver fotos)

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