martes

PABLO COSSIO (Uruguay)


QUINCE AÑOS DESPUÉS

Para Martín Sellanes

Llegué cuando la misa iba por la mitad. Me quedé plantado en la puerta y vi a todos cantando algo de lo que sólo recuerdo la palabra "aleluya". Me hice la señal de la cruz y me besé los dedos con los labios filosos. Me senté en la tercera fila y recién allí vi el nuevo Cristo de belleza cósmica, alumbrado por una claraboya invisible. Sus puños apretaban los clavos.
Ahora nadie cantaba. El cura tenía los ojos rajados como por un dolor de los que matan lentamente y sin gritos.
En el fondo había gente murmurando y él se apuró a pedir que repitieran una frase. Yo había jurado no entrar nunca más a esa iglesia de mierda (de mi niñez) y ahora sabía qué carajo esperaba.
Pero digerí el brutal silencio de esa gente. En el momento de las intenciones nadie pidió nada para nadie: la barba del cura se puso todavía más blanca. Me descubrió con ojos que no eran suyos, como si dijera en el costado: "te preciso".
Entonces me arrodillé y recé. Recé tres Avemarías y siete Padrenuestros sin saber qué decía hasta que una vieja me apretó la cara: "que te vaya bien en la vida". Y siguió dándole la paz a otra gente.
Entonces me di cuenta que dos dedos de la mano izquierda del Cristo apuntaban horizontalmente al Este.


Taller Literario Universo. "Aunque se llene de sillas
la verdad". Ediciones Caracol al Galope, Montevideo,
2004. Serie Talleres
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